¿Podemos alcanzar la felicidad?
¿Podemos alcanzar la felicidad?
El tema en torno a la felicidad ha sido objeto de debate de la ética a lo largo de siglos en la Historia de la filosofía. Para Aristóteles, la ética es un saber práctico que, al igual que su Física, tiene una dimensión teleológica. Si lo característico del ser humano es el alma racional, parece obvio que lo que nos hará felices será cumplir nuestro propio fin, es decir, el desarrollo de la racionalidad humana. La felicidad es un bien que se busca por sí mismo, no como el dinero o el éxito, y en el hombre consiste en una vida contemplativa dedicada al saber. Esta vida contemplativa es para Aristoteles el camino hacia el bienestar.
Pero el ser humano es un zoon politikón, vive y actúa en la polis y debe ejercer también no solo las virtudes dianoéticas sino también las éticas; es así, la búsqueda de la felicidad un camino y no algo que se consigue en un instante ni de manera definitiva. La búsqueda del término medio requiere práctica constante. Por tanto, solo es posible alcanzar la felicidad en el marco de la polis y en el ejercicio de una vida dedicada al saber.
Para Kant, han de evitarse las éticas materiales incluidas las que ponen como fin último la búsqueda de la felicidad. Una ética formal, como la que propone, ha de tener como fin último actuar “por el deber” no en vistas a alcanzar la felicidad. Solo la voluntad de cumplir el deber nos hace morales. Las ideas
transcendentales son indemostrables pero funcionan como postulados de la razón práctica. Solamente si
aceptamos el segundo postulado, el de la inmortalidad del alma, podemos suponer que una vida virtuosa será recompensada con una existencia feliz; es así, en el tercer postulado, el de la existencia de Dios, donde virtud y felicidad se identifican.
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